viernes, 31 de diciembre de 2021

 

SOLO POSTRE

Magnolia era una mujer muy ansiosa. Quería saberlo todo, experimentarlo todo. Hubo un tiempo en el que pensó lo interesante que sería indagar en las artes de la brujería y así se la pasaba todas las noches en la cocina, cuando todos dormían en casa.

Esculcó por todos los rincones frascos extraños que guardó su abuela recién muerta, de los cuales extraía líquidos de diversas texturas, plantas de todos los aromas, las piedras más raras y pieles nunca antes vistas, y en sus experimentos de alquimista revolvía sales y mieles, intentando darle buen sabor a sus menjurjes.

Un día, leyó en uno de los antiguos libros de su abuela que el postre de calabaza tenía propiedades de hacer ver en la oscuridad y de extraer de las mentes todos los sueños de las personas de las cuales se reflejaban desde el interior de la calabaza en postre.

En efecto, esa noche Magnolia, luego de llevar el procedimiento a cabalidad, salió con su postre en una bandeja por todos los aposentos de la casa y vio a todos aquellos que dormían; realizó en cada uno el ritual de la calabaza y se la llevó de regreso a la cocina.

Por desgracia, el libro de la abuela no decía cómo hacer para ver todos los sueños que aquella podía guardar adentro. Entonces, al tiempo que pensó en un cuchillo, vio cómo su postre comenzó a adquirir un color blanquecino, y decidió que ya era tiempo de descubrir los secretos que escondía la calabaza. Acercó el cuchillo y aquella se iluminó aún más. Clavó la punta con todas sus fuerzas; el vegetal explotó en ruidos, quejidos y carcajadas y de ella salieron figuras monstruosas, de múltiples deformaciones y colores que la envolvieron en una nube macabra.

A Magnolia la encontraron al amanecer en estado de coma, con el cuchillo aferrado a su mano. Perdió totalmente los sentidos. Ahora hace parte del mundo de los sueños.

 

PIANO FANTASMA

 

Triste melodía

brotó de aquel cementerio.

La noche martilleaba

bajo mis pies;

El piano producía

una danza de sueños inconformes.

La niebla pesaba

en mi vientre.

Amor, no te veo,

te pierdes

en la sombra

de mi música de alas.

jueves, 19 de febrero de 2015

pathos de la lectura

Lectopatías

La existencia propia de la lectura nos conduce al pathos, a esa diversidad de sentimientos y pensamientos. En la lectura reside una suerte de dolor existencial, una experiencia con la vida, la muerte, el amor y todos aquellos espectros del ser humano. Pero también puede ser un pathos pasional, conducirnos, lanzarnos a ese impulso por leer, por comprender el mundo, observarlo junto con sus miserias y felicidades: pathos íntimo, que sólo ocurre en el encuentro con el objeto contemplado: un libro, una cinta, una película, una construcción arquitectónica, un cuerpo, una melodía. Pathos recibido por generaciones, que está en la sangre, en la cultura, en las calles, en un puerto...


lunes, 12 de julio de 2010

Bartleby acecha

LA PÁGINA EN BLANCO

- Me siento frente a la página en blanco, no veo nada. Ni quiero mirarla. Me rasco.
- De repente, aparecen palabras, imágenes, voces, recuerdos, hombres, mujeres, momentos, ideas, conceptos que intentan mezclarse, tejerse.
- Me enredo, me atranco, los hilos se confunden y se vuelven nudos.
- Como buena niña tonta, busco ayuda (a la mamá, los amigos…). Ellos me escuchan pero yo misma no me escucho ni los escucho: Soy un nudo ciego.
- Me detengo y observo los hilos, trato de identificar el inicio, nudo y desenlace de cada uno de ellos.
- Debo aceptarlo: ¡Es un Nudo!
- Entonces, imaginariamente, le sigo la pista a cada uno, me los imagino dándose vueltas y vueltas entre sí, apretándose y aflojándose, volviéndose mierda, apretándose hasta los intestinos, enredándose más la lanuda vida…
- Cojo uno, intento seguirle la huella; deja pistas, las veo, logro un truco para sacarlo, y luego… ¡ya está! sale, encrespado, doblado de los apretones, pero lo veo, frágil, de un color definido, azul y amarillo, un poco sucio pero sale a flote, el poderoso hilo.
- Observo el hilo, lo toco, lo pruebo, lo muevo, me cubro con él, lo describo: me cuenta una historia.
- Tengo cuerpo. Tengo un cuerpo.
Cuántas veces le he declarado mi amor…

Literatura

ANACRONIAS, O DE LAS MELODÍAS PROFANAS

Al darme nombres no sólo me grabaron con letras, también lo hicieron con carne y sangre, con la historia de un perpetuo silencio y con un odio ambiguo hacia todo lo humano y lo divino. Por extrañas razones olvidaron otorgarme un tiempo (uno para esto y otro para aquello, exacto), y entonces apareció Charlie Parker, me mostró la multiplicidad del tiempo un sonido con sabor a universo; lo probé, y el jazz quedó instalado en donde diástole y sístole habitan el caos de mi cuerpo.

Y entonces mi sangre se hizo movimiento. Un hombre de piel oscura me dio tres vueltas, con su afro y sus vestidos azules al viento danzó el ritual de mi infancia. Janis Joplin, Jimi Hendrix y Robert Plant le gritaban que diera vueltas y vueltas conmigo hasta el ataque de las sonrisas. Entonces caía rendida en sus brazos y a continuación la danza se hacía palabras: el relato de Sergio Stepansky, canción de la vida profunda, Gonzalo Arango, no causaron tantos estragos en mí, como lo hicieron la Locura de Erasmo, el Satiricón de Petronio,
las noches blancas, el lobo de la estepa, Sancho Panza, Rabelais o Villon… O el subsuelo que ya me habita.

Sin embargo, un día vino Ariadna, y con ella el tiempo y el caos. No sabía que, quisiera o no, tenía que ceder a las garras del portentoso minotauro, no sin antes haber intentado escapar por alguna senda o encrucijada. Ahora permanezco en uno de los pasadizos más oscuros, esperando los pasos del dueño de Asterión. Sus huellas transitan lluviosas por mis ojos; un profundo temor por no decidirme a ver los atardeceres del laberinto. Algo me dice que a él le gusta jugar a las preguntas.

“¿Cuál es mi nombre?... Adivina quién soy”