SOLO POSTRE
Magnolia
era una mujer muy ansiosa. Quería saberlo todo, experimentarlo todo. Hubo un
tiempo en el que pensó lo interesante que sería indagar en las artes de la
brujería y así se la pasaba todas las noches en la cocina, cuando todos dormían
en casa.
Esculcó por
todos los rincones frascos extraños que guardó su abuela recién muerta, de los
cuales extraía líquidos de diversas texturas, plantas de todos los aromas, las
piedras más raras y pieles nunca antes vistas, y en sus experimentos de
alquimista revolvía sales y mieles, intentando darle buen sabor a sus menjurjes.
Un día,
leyó en uno de los antiguos libros de su abuela que el postre de calabaza tenía
propiedades de hacer ver en la oscuridad y de extraer de las mentes todos los
sueños de las personas de las cuales se reflejaban desde el interior de la
calabaza en postre.
En efecto,
esa noche Magnolia, luego de llevar el procedimiento a cabalidad, salió con su
postre en una bandeja por todos los aposentos de la casa y vio a todos aquellos
que dormían; realizó en cada uno el ritual de la calabaza y se la llevó de
regreso a la cocina.
Por desgracia,
el libro de la abuela no decía cómo hacer para ver todos los sueños que aquella
podía guardar adentro. Entonces, al tiempo que pensó en un cuchillo, vio cómo
su postre comenzó a adquirir un color blanquecino, y decidió que ya era tiempo
de descubrir los secretos que escondía la calabaza. Acercó el cuchillo y aquella
se iluminó aún más. Clavó la punta con todas sus fuerzas; el vegetal explotó en
ruidos, quejidos y carcajadas y de ella salieron figuras monstruosas, de
múltiples deformaciones y colores que la envolvieron en una nube macabra.
A Magnolia
la encontraron al amanecer en estado de coma, con el cuchillo aferrado a su
mano. Perdió totalmente los sentidos. Ahora hace parte del mundo de los sueños.